La observación, y más adelante el dibujo y la fotografía, son los detonantes y a la vez las consecuencias de una intención inconsciente en la mirada por encontrar la dimensión estética de las cosas.
Las obras físicas, la materia hecha arquitectura, son un estado en el tiempo de la formación y la transformación de las cosas, que se reinicia y se proyecta hacia adelante en el hecho mismo de que son el punto de partida de lo que está por venir. Ya una vez enraizadas y aprehendidas en la memoria sensible, ya sea colectiva o individual, se convierten en una semilla que abre de nuevo la mirada, esa mirada que no solo percibe la forma icónica, o que se representa a sí misma, sino también la que penetra en la esencia de los materiales con los que está hecha, como si viera el movimiento mismo que mueve las intenciones y las moléculas.
De esta manera la fotografía y el dibujo vienen a ser las herramientas a través de las cuales, una representación bidimensional se convierte en toda una experiencia sensible, gracias a la visión estética que conmueve nuestros sentidos, tendiendo un puente entre nuestro cuerpo y un universo siempre cargado de significados y sugerencias.
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